He encontrado estas palabras del G.M. Mark Dvoretsky (actualmente entrenador del Equipo Olímpico Brasileño de ajedrez) que me parecen dignas de ser recordadas, en diferentes momentos de la práctica ajedrecística de un jugador no-profesional pero si profundamente interesado en el ajedrez:
“El jugador de ajedrez confía en sus propios descubrimientos en un grado no inferior a la confianza que le merecen los de los demás. Su descubrimiento es próximo a él, se graba mejor en su memoria, puesto que en algún momento le ha dedicado reflexiones y pensamientos profundos. Nuestras propias partidas deberían ser cuidadosamente preservadas y ocasionalmente revisadas. Al regresar de algún torneo, tenía la costumbre de registrar las partidas que había jugado en un libro especial, anotando las variantes que había calculado ante el tablero y las ideas que se me habían ocurrido durante las partidas. Dejaba espacio suficiente para futuras notas adicionales y eventuales correcciones. Más tarde, utilizaba repetidamente esta información al prepararme nuevas partidas, así como material para enseñar a los jóvenes jugadores. He recomendado el mismo sistema a todos mis jugadores. Las partidas que jugamos, junto con las ideas que en ellas se producen son los principales resultados creativos de nuestras carreras ajedrecísticas, de modo que merecen ser tratadas con cariño.” (pág. 30. “Secretos de la táctica en ajedrez”, Ediciones Merán).
El jugador de ajedrez aprende del juego y, además, comprende que en éste, como en la vida, no hay dos situaciones iguales, aunque sean muy parecidas. Las posibilidades de combinaciones son, en la práctica, infinitas, y se necesita una inteligencia despierta capaz de ver, simultáneamente, lo que cada situación contiene de común con otras, y lo que las diferencia. Este análisis perspicaz e ineludible no se aprende en los libros ni ningún entrenador puede transmitírselo a su alumno. Ni siquiera un G.M. puede codificarlo en forma de algoritmo y puesto en negro sobre blanco en un libro. Y no puede porque es imposible. Esta es, sin duda, la gran diferencia entre el ajedrez y cualquier otro juego que el ser humano ha inventado. Por lo tanto el jugador de ajedrez aprende de su juego, y en esa práctica tiene la posibilidad de generalizar tales principios no sólo para su futuro ajedrecístico sino para la vida: más que leer y leer libros de “desarrollo personal” de lo que se trata es de aplicar algunos principios básicos y ver lo que sucede en la práctica, analizándola y reexaminándola sin cesar.
Es en este sentido que pienso la gran utilidad del aprendizaje y la práctica del juego. Se adquieren y se desarrollan habilidades útiles en cualquier aspecto de la existencia que se quiera pensar. En cierto modo el juego es como una “cabina virtual” de vuelo, donde el piloto prueba sus nervios y sus reacciones en situaciones extremas o inesperadas que en la vida real raramente suceden, pero que cuando se dan pueden ser mortales.
Recordemos: más allá de las recetas, más allá de las codificaciones estadísticas de la experiencia de grandes jugadores, está la experiencia particular que resume nuestra combinación idiosincrática de inteligencia y experiencia personal. Desdeñar ésta, para ir en pos, únicamente, de lo que dicen los libros, es construir la casa por el tejado.
2 comentarios:
Muy buenos los comentarios y sugerencias....a ver si aprendemos de estos genios(dvoretski...and company).
Muy bueno, el artículo...habría que traducir más obras de estos entrenadores....a ver si subimos nuestro nivel,todos los amateurs.
Publicar un comentario