La profundización en el ajedrez no es materia fácil para cualquiera. O se tiene un entrenador, y esto supone unos gastos especiales, o se confía en los libros que por cierto son abundantísimos. En cualquier caso los programas como Chess Base o Chess Assistant son fundamentales para poder analizar innumerables partidas y para mantener actualizada la base de datos.
No obstante, pasan los años, en una vida, y son pocos los jugadores que observan un desarrollo contínuado en su habilidad ajedrecística (sobre todo si no han empezado en la infancia). Hay épocas en que se aprende, y luego todo parece estancarse en una linea fluctuante y caprichosa que recuerda a la Bolsa en esos períodos donde “no pasa nada”.
Alex Yermolinski, G.M. de origen ruso y nacionalizado norteamericano (todo un símbolo de nuestra época) tiene un libro que me parece muy recomendable. Se trata de “El camino hacia el progreso en el ajedrez” de Gambit. En la parte 2 de este texto (a partir de la página 70) hace una serie de reflexiones sobre el auto aprendizaje en el juego ciencia y luego de dudar seriamente sobre los aportes, en general, de los textos sobre el ajedrez para mejorar la calidad de juego del aprendiz (incluso los propios autores sacan poco provecho de tales libros, como escribe: “Mark Taimánov escribió un libro sobre la Defensa Nimzoindia, pero esto no lo hizo invencible en esa apertura, y creo que jamás creyó en semejante utopía. Bent Larsen dijo una vez que escribir un libro una apertura determinada era un modo de despedirse de ella –nunca jugará nuevamente esa apertura-.” (pág.71, ibidem), no obstante cede a la tentación de no sólo escribir un libro sobre el “progreso” en el juego sino que además aventura una serie de consejos que considero interesantes (y por lo tanto niegan la mayor, en la medida que se demuestra que los libros sí sirven, si están escritos recogiendo la experiencia de años de los autores implicados).
Lo que Yermolinsky aconseja, a continuación, es practicar el juego analizando a fondo los errores que se cometen, sin intentar repetir las mejores jugadas que todos los libros aconsejan en tal o cual momento. Todo lo que uno intenta, aunque no se alcance fronteras espléndidas, sirve para mejorar el juego propio. En sus palabras “…sin embargo, no puedo decir que éste fuera un esfuerzo completamente inútil, pues me di a mí mismo una dura sesión de entrenamiento que posteriormente podría dar sus frutos ¡Era el proceso, y no los resultados, lo que importaba!” (Ibid)
Así que el mensaje está claro: aunque uno fracase en lo que intenta, se obtiene un beneficio invisible pero sustancial en la medida que hemos adquirido, en el duro esfuerzo de redescubrir la pólvora, habilidades nuevas y una nueva visión de la realidad mucho más encarnada.
Esto que dice Yermolinsky es harina para mi molino; ya que aunque se demostrase que el jugador de negras tiene matemáticamente menos probabilidades de ganar (algo que se está muy lejos de demostrar, y las estadísticas en si mismo no dicen nada, ya sólo confirman los prejuicios de los propios jugadores –son la profecía que se autorrealiza-), el sólo hecho de intentarlo con el máximo de esfuerzo de análisis, desarrollaría una capacidad hasta el momento inexistente; y por lo tanto el jugador tendría una competencia y un estado de ánimo totalmente diferente del que resulta de aceptar las jugadas recomendadas que también contienen los prejuicios establecidos por los G.M., que si bien son “maestros” no son omniscientes, y el juego, en si mismo, trasciende cualquier clase de sabiduría de un mortal ¡Hay muchas cosas por descubrir en un juego cuyas combinaciones exceden toda posibilidad de establecer verdades definitivas, más allá de los finales con pocas piezas que, en este caso sí, son en verdad ejercicios de matemática aplicada.
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