jueves, 4 de diciembre de 2008

Desplegar el YO

Estas palabras de J. Rowson, que señalo en la página escaneada, me parecieron excepcionales, mostrando la hondura psicológica en el análisis del G.M. británico.

¿Qué nos lleva a jugar y a entusiasmarnos con el ajedrez?

Según nuestro autor ofrece la posibilidad de escapar del estrecho círculo de la vida cotidiana donde todos nosotros estamos constreñidos a representar un papel, (o varios), que siempre está lejos de usar completamente nuestras potencialidades. En el ajedrez somos el general que dirige la guerra contra un enemigo feroz,  el empresario que diseña una estrategia de expansión de sus recursos,  el estadista que decide perseverar cuando todo aparentemente está en contra. Como decía Napoleón, cada soldado suyo llevaba el bastón de mariscal en su mochila, y el ajedrez permite ejercer eso que todos tenemos y que muy pocos pueden demostrar en su existencia normal.

Se podría decir que esta reflexión es aplicable a cualquier “juego”; pero el ajedrez por su complejidad e infinitas combinaciones es, en todo caso, el terreno más adecuado para desplegar nuestro YO hasta los límites de nuestra naturaleza. 

Rowson. Ventajas del Blanco






Sobre la cuestión de la ventaja blanca sobre las piezas negras en este blog ya se analizado en varias entradas la cuestión. Resumiendo opino que esta ventaja es un mito (mito compartido por GM, evidentemente) y que no resiste un análisis en profundidad. Pero de ello no puede deducirse que su contrario sea correcto. En realidad los dos colores están igualados, como no podría ser menos en un juego tan complejo, y las sensatas palabras de Jonathan Rowson, en el libro ya reseñado, dan un poco más de claridad a este asunto. El que se tome el trabajo de leer las páginas escaneadas más arriba podrá juzgar por si mismo en que consiste esta supuesta ventaja de las piezas blancas. Pero para los más vagos un resumen de ellas podría ser lo que sigue:

  1. La primera jugada, otorgada a las piezas blancas, resulta equivalente al servicio en tenis, en tanto otorga un mayor control del ritmo y dirección del juego y además disponen de un segundo servicio, por si las cosas van mal.
  2. Esta ventaja es más psicológica que posicional, en el caso del ajedrez, y por lo tanto dependerá de la habilidad relativa de cada jugador convertirla en algo tangible o no.
  3. Al tener la iniciativa, las blancas pueden  sorprender, o no, según la preparación del jugador de negras. Considerando igual preparación el resultado será azaroso, y a lo máximo que pueden aspirar las blancas será a hacer tablas seleccionando una apertura que por su desarrollo lleve las piezas a esa situación. Pero teniendo en cuenta que hasta la apertura más “tablífera” tiene variantes peligrosas y el seleccionarlas no depende sólo de un jugador.

Sin embargo, y esto sí hay que destacarlo, decir que las blancas tienen ventaja psicológica no es moco de pavo. La ventaja psicológica es importante y cualquier jugador, independientemente de su calidad de juego, desea tenerla. Sólo cuando se juega contra un software su importancia es nula. Así que la mejor manera, pienso, para contrarrestar esa superioridad es hacerse ducho en el manejo de las negras dándoles prioridad en la preparación del juego. Un manejo preciso por parte de las negras, es el mejor antídoto contra los fantasmas que nuestra mente suele crear.

jueves, 27 de noviembre de 2008

J. Rowson. Ajedrez para cebras

Estoy muy contento porque por fin se ha editado en español este libro de Jonathan Rowson, del cual he hablado hace poco. Desde el 2005 estaba publicado en inglés... pero una cosa es leer un texto de aperturas y otro un libro como el de Rowson cuyo lenguaje está lleno de matices que hacen necesario una atención especial. 
El campeón británico, galardón renovado en el 2005, escribe desde una perspectiva muy personal y el título se explica al principio con el proverbio Sufí "Cuando oigas el retumbar de cascos, piensa en una cebra".
¿En que pensamos los simples mortales cuando oímos ese ruído? normalmente en caballos..., y allí está la clave del mensaje de Rowson. Se trata de cambiar nuestras rutinas de pensamiento (incluyendo nuestros "conocimientos" sobre el valor de las piezas y las estructuras que se crean sobre el tablero). "Significa permitirse ... pensar de un modo diferente" escribe el GM escocés, y todo el libro es una invitación a romper esquemas, sin caer, por supuesto en situaciones perdedoras.
Creo que de este libro hablaré en varias entradas sucesivas. Rowson me parece un pensador fascinante (muchas de las ideas que promueve son válidas en diferentes campos, no sólo en el ajedrez).
Rowson(2005). Jonathan Rowson, "Ajedrez para cebras", Editorial La Casa del Ajedrez, Madrid, 2008, pp.271, http://www.lacasadelajedrez.com Tit.Orig: Chess for zebras. Gambit Publications, 2005. 

martes, 28 de octubre de 2008

Los viejos maestros

Roberto Grau escribió un tratado de ajedrez en 4 volúmenes. Siempre me da placer releerlo porque aunque no contiene desarrollos contemporáneos su prosa es clara y limpia como un arroyo de montaña y sus consejos de un sentido común que a veces olvidamos. Mejor dicho, que muchas veces olvidamos. En este blog se puede leer algo de este inolvidable autor. Ver

jueves, 21 de febrero de 2008

Me toca mover

Cuando uno mueve... se cierran miles de posibilidades, y se abren otras tantas. Cada movimiento es irreversible, así como cada segundo que vivimos.
ver

viernes, 25 de enero de 2008

De cómo no ser rutinario

En diciembre del 2006 ya había mencionado este libro de Rowson, campeón de Escocia y luego de G.B. Lo estoy releyendo. Primero porque me agrada releer libros, ya que siempre les encuentro novedades que pasaron desapercibidas en una sóla lectura; otras veces porque una nueva perspectiva, resultado del tiempo que ha pasado, y de las experiencias vividas, me hace encontrarles algo distinto.

“Los siete pecados capitales del ajedrez” son en realidad los pecados principales que el jugador comete en este juego. La lista es discutible, pero significativa. Además seguro que alguno de ellos ni se nos ocurriría pensar. Por ejemplo, el primer pecado que se menciona trata del “pensamiento”, y como el lector de este blog puede suponer no se trata de pensar “cosas malas” (en sentido religioso) sino de hacerlo malamente, con ineficacia. El jugador que incurre en este pecado tiende a considerar lo aprendido (en el juego, en libros e incluso aprendido de su maestro más apreciado) como una serie de modelos que ya están establecidos para siempre.

A cualquiera no se le escapa que nada (y mucho menos en el ajedrez) es “para siempre” y que las conclusiones a las que los humanos llegamos son, en esencia, provisionales; no obstante podemos estar de acuerdo y sin embargo actuar, en la práctica del juego, como si fueran verdades eternas e intocables.

Rowson trae a cuento los estudios de Edgard de Bono sobre el “pensamiento lateral”, una clase de pensamiento creativo que descarta los modelos conocidos para dar un salto mortal y enfocar el mismo problema de otra manera radical, cosa que se dice pronto pero que cuesta lo suyo. De Bono da muchos ejemplos y sugiere un método para despertar en nosotros esta clase de pensamiento. Pues bien, nuestro autor afirma que esta clase de pensamiento creativo también se da en el ajedrez. Y para introducirnos en sus ideas coloca, al principio de una sección de este capítulo, la provocativa (para cualquier jugador de ajedrez) cita de Bruce Lee: “No piense. Sienta.”

Para lograr este cambio que nos lleva a saltar sobre lo, hasta el momento, considerado ortodoxo Rowson introduce un ejercicio casi imposible: “hablar con las piezas”.

Induce al jugador a dialogar con sus piezas como si de entes vivos se trataran y dejarse aconsejar por lo que ellas sugieran.

A primera vista pareciera que el autor nos propone que nos pongamos locos paranoicos deliberadamente y hablemos con los objetos inanimados como si de compañeros de juego fuesen. En realidad muchas veces estamos hablando con objetos, sobre todo si son herramientas habituales y las apreciamos por lo que valen, y esto no es señal de locura sino de cariño. Rowson muestra algunas partidas donde se muestra el proceso de “hablar con las piezas” y aunque más no fuese por probar, valdría la pena que en aquellos momentos en que no tenemos ningún plan y estamos desconcertados o nuestro juego es absolutamente aburrido tratáramos de hablar con algunas piezas que, por ejemplo, están olvidadas en algún rincón del tablero. ¡No se sabe lo que puede salir de algo así!