El ajedrez ha sido comparado a una batalla y también a una guerra o una campaña bélica. Evidentemente se parecen en muchas cosas; tantas que estoy persuadido que su enseñanza en las escuelas militares mejoraría en algo el pensamiento militar. También se parece a un negocio en expansión dentro de un mercado particularmente duro; y en este sentido serviría a los empresarios. De todos modos existen muchos juegos aplicables a aspectos de la vida, y el ajedrez participa en igualdad con otros de clases muy distintas. Lo que ahora deseo destacar es un hecho que se escapa a veces incluso en las conversaciones entre los ajedrecistas de solera: el ajedrez también sirve a los no-agresivos, a los no-competitivos, a los que no desean, en suma, entrar en colisión con otros seres humanos bien sea porque les repugna o porque consideran que el esfuerzo no vale la pena.
Sí, y a ellos es que esta entrada en mi blog se dirige. Si Ud. no es competitivo seguro que se ha encontrado más de una vez con esa molesta clase de individuos; si Ud. no es agresivo, alguna vez habrá tenido que lidiar con esa especie. Resumiendo, que uno sea pacifista (por estrategia mental o por impulso biológico) no quita que se tenga que tratar con los “otros”, e incluso que esa relación llegue a ser íntima y duradera.
Aquí también el ajedrez sirve como campo de maniobras y terreno experimental. Y la mejor situación es con negras. Es verdad que con blancas también se puede jugar sin atacar (no a la defensiva exactamente, sino defendíendose por medio de ataques controlados), pero con las negras esta clase de personas está en su salsa. Luchar por mantenerse en el tablero, cuando alguien nos quiere echar, es una buena práctica pacifista; si se me permite usar la expresión de manera general.
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