miércoles, 13 de junio de 2007

Dos mentalidades, un sólo juego

Una aproximación fenomenológica al ajedrez ofrece perspectivas interesantes. Antes que nada, y para los que no frecuentan las escuelas filosóficas, diré que la Fenomenología, un escuela fundada por Husserl, pretende una descripción de lo que aparece tal-como-aparece, o sea el conocimiento del “fenómeno” en la medida que se presenta a nuestra conciencia (al fin de cuentas “fenómeno” no quiere decir otra cosa “que aparece”). Pues bien, un enfoque fenomenológico, decía, del juego permite observar la gran disparidad que existe entre un jugador aficionado “de café” y un jugador experto, o profesional (categorías que coinciden en algunos casos, pero no en todos). El jugador aficionado considera que lo principal debe “salir de su cabeza” como salió la diosa Palas Atenea de la cabeza de Zeus, compuesta, con armadura y dispuesta para lo que venga. El jugador experto considera que la mayor parte de su juego se ajusta a modelos y experiencias de otros jugadores y que su aporte radica más bien en su capacidad para interpretar esos conocimientos y aplicarlos de manera eficaz. Por eso el jugador experto presta mucha atención a las novedades que traen las revistas y boletines especializados; en cambio al jugador aficionado todo eso no le interesa, y si por casualidad lo lee, se olvida tan pronto como puede. En el fondo de su mente late el supuesto de que “recordar” lo que otros han jugado es “hacer trampa”, ya que no es algo propio y original, resultado de sus procesos mentales.

Nada más equivocado, pero como decía al principio, una observación rigurosa permite constatar estas dos mentalidades contradictorias.

Para decirlo en pocas palabras, el jugador experto tiene conciencia de que su parte en el juego está, en gran medida, formada de recuerdos y éxitos ajenos; en cambio el jugador aficionado considera que su juego debe ser espontáneo y rompedor, para tener el valor que él le atribuye.

Estas cosas pensaba cuando leía, en Peón de Rey nº 67, la pregunta que Ángel Jiménez le hace a Miguel Illescas: “Entonces le comenté que si en la élite se castigaban a los osados que decidían salirse de las líneas naturales del juego” -o sea aquellas que han sido jugadas muchas veces y son conocidas por todos- “por ejemplo, con el uso de la Defensa Pirc, por encima de las aperturas más conocidas. Miguel comentó que creía que por ejemplo Krámnik siempre tenía un as guardado en la manga, por si alguien se le salía de lo conocido… “Krámnik siempre tenía un as guardado en la manga, por si alguien se le salía de lo conocido…” Krámnik siempre guarda algo. Que le juegan, por ejemplo la Pirc, como tú dices, pues seguro que te va a intentar llevar a alguna idea que de momento él sabe que puede servirle para una sola partida, pero con un efecto positivo para él por el tremendo factor sorpresa que se crea a su alrededor”. “Esa idea, tiene muchas probabilidades de funcionarle en ese momento. Los GM’s más prestigiosos lo saben y temen ser cazados antes de tiempo, de osar a jugar cosas “semi extrañas” Por eso casi todos, suelen ceñirse bastante al terreno conocido ¡Por si acaso!” (1)

Veamos en este párrafo dos cuestiones importantes, según mi observación: La primera es que una novedad dura muy poco, sólo puede servirle a Krámnik para una sola partida; una vez que es conocida se incorpora al acervo común, y ni es novedad ni es sorpresa ni sirve, en consecuencia, para sobresaltar a un GM. La segunda es que existe un castigo si un GM quisiera salirse de lo conocido, ese castigo toma la forma de un estudio secreto que no se ha puesto aún en evidencia… pero cuya existencia funciona como disuasoria para otro GM en el contexto de una partida de alto nivel.

Algo así resultaría “chino” para un jugador aficionado, que no teme cualquier novedad simplemente porque ni siquiera conoce que esa jugada sea una novedad (cuando se juega “a lo que salga” todo es novedoso en si mismo). La gran y profunda diferencia está, para redondear este pensamiento, en que un jugador de alto nivel en realidad es una multitud de jugadores de diferentes épocas jugando en equipo, con el jugador encarnado como director de ese equipo (y los demás colaboran en la medida que el director los llama y los consulta, por medio de su memoria). En cambio el jugador aficionado, de bajo nivel, es “sólo-uno” que representa el drama o la puesta en escena del primer jugador que se enfrentó con otro, en esa partida original.

Con otras palabras, el jugador experto llama al pasado en su ayuda; el jugador aficionado está en el pasado remoto… sin ninguna ayuda, en una actitud fundacional (y por lo tanto expuesta a todos los errores de cálculo y de estrategia que surgen de esa situación inicial).

Nota:

(1)Ángel Jiménez Arteaga, “Secretos de la preparación ajedrecística. Mi experiencia como entrenador de Kramnik (II). En “Peón de Rey”, nº 67, junio 2007, Barcelona, pág.39.

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