¿En que puede resultarnos útil el ordenador para nuestros análisis ajedrecísticos?
Para responder esta pregunta utilizaré el libro citado de Robin Smith. En él leo que hay mucha razones para utilizar los “chess-engines”, palabra inglesa que suele traducir como “motores” (de ajedrez, claro). Los motores son la parte del programa que calcula las jugadas y por extensión se alude a los programas mismos.
Reconstruir la partida de un G.M. ayuda a desarrollar el juego propio, siempre que entendamos por qué él hace cierta jugada, a veces oscura para nosotros. Al usar un motor (como el Fritz 10 u otro similar) podemos preguntarle lo que opina, y de esta forma obtener más información sobre la jugada enigmática (incluso hasta descubrir que había otra mejor que no fue descubierta por ese G.M. en esa partida).
Otra razón poderosa es la facilidad con qué podemos anotar nuestras partidas y localizar, rápidamente, nuestros errores. Equivocaciones que sin el auxilio del motor nos habría resultado muy difícil ver.
Para preparar y mantener actualizadas nuestras aperturas favoritas el ordenador es una herramienta extremadamente valiosa; sobre todo si podemos “bajar” packs de últimas partidas y revisar los cambios (nuevas líneas o refutaciones) que en estas aperturas están sucediendo.
También en las partidas por correspondencia, que ahora se hacen por Internet y que podrían entrar en esta categoría toda partida que no se juegue en tiempo real e incluya una obligación de jugar en un lapso suficientemente prolongado como para poder analizar a fondo la situación en que estamos.
En este último caso habría que distinguir entre un uso legítimo o ilegítimo del motor que utilizamos. En la mayoría de los clubes de la Red se acepta la posibilidad de consultar partidas similares o revisar literatura técnica sobre nuestra apertura, o final. En cambio no se acepta la utilización pura y llana del motor para sugerir la mejor jugada que está de nuestra mano hacer. Esta prohibición, que no siempre se respeta, en la medida que no puede ser controlada, es lógica, ya que una cosa es utilizar nuestra “biblioteca” (y en ella se incluye nuestras bases de datos) y otra es hacer que el motor nos sustituya y juegue por nosotros. Teniendo en cuenta la citada prohibición el ordenador puede servir para analizar nuestra situación, en la medida que sepamos manejarnos en las diversas búsquedas de información, lo cual, naturalmente, lleva su tiempo y su experiencia.
Pero donde el motor resulta imprescindible es en el análisis post mortem, sin el cual nuestras posibilidades de aprender jugando se reducen sustancialmente. Todos cometemos errores, pero debemos darnos cuenta cuales son y en que momento los hicimos, para aprender de la experiencia. Equivocarse sin conciencia de ello no sirve para aprender.
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